lunes, 22 de febrero de 2010

Y vuelta a empezar

No sé vosotros (si es que todavía queda alguien por ahí), pero yo echo de menos Culturaciones.

Así pues, casi año y medio después del último post, creo que ha llegado el momento de volver a poner esto en marcha.
Espero contar de nuevo con vosotros, y con todo aquél que se quiera pasar por nuestro punto de encuentro.

Culturaciones vuelve a empezar.



¿Y si se pudiera nadar en el cielo?

viernes, 24 de octubre de 2008

Después de una gran pausa... un nuevo reto

Queridos todos:
Después de dejar varios meses para que nuestras cabecitas pensantes se pusieran de nuevo al día con trabajo y estudios, y para recuperarnos del esfuerzo de crear unos relatos tan increíblemente buenos, ha llegado la hora de ponerse manos a la obra.
Lo que vamos a hacer (vamos, lo que va a hacer el que quiera hacerlo) es nuestro propio libro de relatos. Sí sí, uno entero para cada uno. Independientemente de que el primero lo editemos conjuntamente, creo que estamos de sobra preparados para embarcarnos en un proyecto mayor. Por delante tenemos todo el tiempo del mundo (en un máximo de 10 meses), muchas ganas, y mucho talento.
El libro se titulará La caja de galletas, y constará de 10-12 capítulos, a razón de relato por capítulo. Para hacerlo, necesitaremos una caja de galletas metálica, de esa de las pastas de té, que todos hemos tenido en algún momento de nuestra vida (el que no tenga, que se la compre: es total y absolutamente imprescindible). Durante un rato (o el tiempo que haga falta), deambularemos por nuestras casas, despachos, habitaciones... e iremos recogiendo una docena de cachivaches dignos de estar en tan lujoso emplazamiento como es una caja de galletas (dícese un llavero, una foto, un tapón de la fanta...), y los guardaremos y custodiaremos celosamente aunque nuestros amigos y familiares piensen que de una vez por todas hemos perdido la cabeza.
Como ya habréis adivinado, la cuestión está en que cada uno de los cachivaches protagonice un relato. Hay que contar la historia del objeto: cómo llegó a vuestras manos, qué estaba pasando, qué sonaba, quién había... por qué demonios lo tenéis guardado; siempre, claro está, en forma de relato.
Ahora bien, los artilugios no tienen por qué tener una historia verdadera, es decir, esto es literatura, no Historia de las cajas de galletas, así que la historia, los personajes... todo, se puede inventar. La cosa es que, de una docena de cosas que para nadie más que para nosotros tienen sentido (o lo tendrían si fueran reales), salga una colección de relatos súper chulos, como los que sabemos hacer.
El sistema de clasificación que vamos a utilizar es el mismo que venimos usando hasta ahora, porque nos ha ido relativamente bien. Etiquetaremos cada relato o parte de él que publiquemos con: nuestro nombre, nº del capítulo, parte del capítulo (en caso de ir por partes), y "La caja de galletas". Podemos ir publicando por partes o a capítulo cerrado, lo que nos venga mejor, pero pensad en vuestros fans y no los tengáis demasiadas semanas en ascuas.
Pdt.: No os olvidéis de etiquetar el blog en Google reader o algo así para estar al día de las actualizaciones que hagamos.
Ppdt.:Recordad que Culturaciones está abierto a todo y que, independientemente de los relatos, esperamos escuchar (leyendo) lo que se os ocurra.
¿Alguna duda? Pues preparados, listos... ¡ya!

sábado, 12 de julio de 2008

Fuera de concurso

Un nacimiento, un divorcio y un misterio resuelto
Ludovica

Todo empezó cuando mi tía Magdalena se fijó en un enano de ojos azules, tal cual. En principio pensamos que era un enano de jardín, luego se levantó y vimos que no, que realmente era muy bajito. Era Luciano, el enano de ojos azules. Mi tía, se había enamorado de él y ya no había marcha atrás. En Julio se conocieron y en Agosto se casaron. Entonces llegaron los siameses, los gatos, hijos todavía no tenían. Eran una pareja muy singular, Luciano, un enano, y mi tía, una gigante, también de ojos claros. Como por obra de duendes, los siameses también tenían los ojos claros. ¡Pero qué guapos iban todos de paseo, Luciano, Magdalena y los siameses! -¿Son niños o niñas? Preguntaba la gente al ver el cochecito doble y con cara de estupor reculaban e intentaban buscar en su mente el por qué. ¿Sería por le mezcla de un enano y una gigante?, se preguntaban. En realidad, mi tía quería tener hijos,no gatos, pero pasaba el tiempo y no llegaban.
Luciano no era muy trabajador, ni mucho ni poco ni nada y como ninguno de los dos trabajaba al final embargaron su casa y se tuvieron que ir a casa de la madre de Magdalena, o sea a casa de mi abuela. Como habrán imaginado, mi abuela también es gigante, igual que yo y todos los de mi familia. Imaginen la taza del water,más de una vez recogieron a Luciano de entre la inmundicia. Como la casa era de campo, cabían más siameses. Mi tía suplía hijos con gatos. Luciano no sabía qué hacer,no le había dicho a su mujer que además de enano era estéril, y no pensaba decírselo, no quería que le dejara. En un principio le hacía gracia aquello de los siameses, pero es que algunos eran más grandes que él, y eso le molestaba.
Murmuraciones de todo tipo llegan a los oídos de Luciano, la gente llegó a pensar que de su unión con Magdalena salían gatos. El tiempo pasó y la cosa no mejoraba,empeoraba. Nacían gatos dentro de los armarios, otros, grandes como tigres se sentaban en el sofá y cambiaban los canales de televisión, algunos incluso intimidaban a Luciano diciéndole que le robarían a su mujer. Luciano no podía más, no podía luchar con casi 70 pares de bigotes. Y lo bebés humanos no llegaban, él fingía, intentaba engendrar cada noche un hijo, lo intentaba 13 y 14 veces y nada, más que criaban los gatos, como celosos en celo.
Terrorífica era la casa de mi abuela, ya ni los carteros se atrevían a entrar por el camino, dos gatos egipcios custodiaban aquel templo felino y un gran gato negro tamaño jaguar, de los de las 4 ruedas, sentado bajo una higuera viéndolas venir. Y mi tía cada vez más loca y mas obsesionada con los gatos, y más obsesionada con Luciano. -Vamos Luciano,hazme un hijo si eres un enano como Dios manda, le decía. Luciano menguó 20 centímetros y mi tía los creció,imaginen. Pasaron 2 años y todo seguía igual, excepto que habían más gatos y mi abuela había muerto de asco. Ahora vivían solos, el enano, la gigante, los siameses, los egipcios y el pseudo jaguar negro con airbag y elevalunas eléctrico. Yo ya ni iba a verlos, no quería morir como mi abuela, miren que le dije veces que las bolas de pelo iban a ser su ruina.
La gente ya había dejado de murmurar, después tanto tiempo ya nadie esperaba nada, solo más gatos. Y como suele pasar, tópico al canto, dejaron de buscar y encontraron. Algo se removía en las tripas de Magdalena. Luciano incrédulo por fin descansó y recuperó los centímetros que le faltaban. Los gatos hicieron de gatos y se colgaban de las cortinas y afilaban sus uñas en las sillas en señal de protesta,iban a perder su reinado. Por fin, mi tía estaba embarazada. Incompatibles eran los animales con los bebés, pensaron mis tíos, y a fuerza de duchas y baños diarios echaron a los gatos. Mil cuidados para Magdalena, piñas y melocotones en almíbar, friegas con aceite de romero en las piernas y en los pies, chistes verdes para hacerla reír...Así hasta que pasaron sesenta días y parió mi tía. Horrorizados ante los dolores del parto tan prematuros pensaron que de un aborto se trataba y se fueron al hospital. Finalmente mi tía parió, dos pequeños diminutos,casi como Luciano, morenos, muy morenos, bueno para qué mentir, negros, peludos, maullantes y de uñas afilada, ¡ah!, y también con airbag y elevalunas eléctrico. ¡Maldito Jaguar a todo confort!, pensó mi tío, y luego añadió: ¡el divorcio por favor!


Pd. La historia está basada en hechos reales
Dedicado a Irene
Pd. He cambiado el nombre de Mariano por Luciano, me pedían derechos de autor, y no está la economía para tanto.

domingo, 6 de julio de 2008

Ganadores de la segunda fase

¡Por fin!
Tras una dura semana de votaciones tenemos a los ganadores de la segunda fase de nuestro súper mega concurso literario. Una vez más, los afortunados han sido dos de nuestros ilustres miembros: don Feldespato y doña Leo.
Bases en mano, en este punto de nuestras vidas como concursantes tendríamos que hacer una votación entre los ganadores de cada fase. Como han sido dos en cada fase (es lo que tiene juntarse muchas mentes brillantes), hay que hacer una última votación entre los cuatro, o sea, Fel, Leo, Ruth y la menda. Como seguro que estamos todos muy ocupados, a ver si conseguimos votar antes del miércoles, y dejamos decidido lo de la fiesta, que seguramente tenga que esperar a septiembre. Pero bueno, que el ganador por lo menos se vaya con su premio (ficticio de momento) de vacaciones, ¿no?
Ah! y no nos olvidamos de Ludovica, que ya está trabajando y por eso se ha saltado el último relato.
Ah! otra vez. Ahora esperamos unas palabritas de los ganadores, eh?

miércoles, 2 de julio de 2008

Y la segunda vuelta es para...

Quien se lleve más votos. Empieza la elección... ya!

Y que gane el mejor. Os recuerdo que los votos son anónimos. Cerraremos la votación el viernes 11 de abril. Aunque si antes ha votado todo el mundo, pues eso, que antes del viernes tendremos ganador.

Un abrazo

lunes, 30 de junio de 2008

Justo a tiempo... Otro relato para la segunda vuelta

Un nacimiento, un divorcio y un misterio resuelto

por Leo

En una ciudad cualquiera, en un lugar cualquiera, en un momento cualquiera… entró en la gran sala. Se sintió observado, pero sólo meses más tarde trataría de interpretar aquella mirada, sólo cuando había quedado profundamente enamorado de ella, sólo cuando necesitó creer en algo que se tornaba imposible, en algo que se transformó en una desgarradora quimera. Marcos no podía soportar el enorme peso que le ahogaba, el alma destrozada, con su mente, lejos muy lejos, en ella, sin ella saberlo. Hacía meses que la añoraba, acaso no lo había estado haciendo toda su vida… Pero ahora, ahora que la sentía constantemente en el ensueño de la noche, empezó a sufrirla desesperanzadamente. Ana, aunque aparentemente a su lado, nunca lo había estado. Y él no fue consciente de ello hasta "10 malditos meses" más tarde.

Marcos se consideraba un chico normal, aunque superados los 30, no pasaba desapercibido para los que le rodeaban. Era alto, pelo oscuro, tez morena… De rasgos fuertemente marcados, su rostro no reflejaba atisbo alguno de sufrimiento. Sí, realmente la vida se había portado bien con él, aunque como solía decir, era él el que había tratado con mimo a su propia existencia. Y tras tanto tiempo saboreando el éxito de quien se cree afortunado, sentía que ya nada tenía sentido sin ella. Ana se cruzó un día casualmente en su camino y aunque en un principio no la advirtió, al final sólo la veía a ella. La chica no era especialmente bella, ni atractiva, ni culta, ni tan siquiera dulce… Pero tenía un alma exquisitamente limpia, transparente, franca, como sus pequeños ojos azules. Y fue precisamente esa verdad la que atrapó al joven. Porque la intensa mirada de Ana era su única verdad…

Aparentemente, Marcos y Ana tenían poco en común, aunque a tenor de él, sus espíritus formaban un todo que el destino había querido cruzar de manera casi caprichosa; él, que creía más que nadie en las señales que van marcando el camino de cada hombre, interpretó la aparición de ella como un claro signo, como el encuentro –al fin- de su “otra” alma. Y eso que, en principio, ambos eran francamente diferentes... Ante todo, Marcos había tenido una infancia plena, una adolescencia poco accidentada, enormemente solazada... Su identidad se había ido forjando muy poco a poco, como el viento esculpe la roca, el chico fue “bien construido”, estaba hecho de una pieza. Por el contrario, Ana, empezó a ir al psiquiatra apenas cumplidos los 14, su existencia había transcurrido aceleradamente -quemó varias etapas sin ni tan siquiera ser consciente de ello-, había querido vivir intensamente pero al final, superados los 30 y tras un devastador divorcio, estaba hecha añicos.
Esta situación estuvo muy clara para Marcos desde el principio y por eso quiso ayudarla. Estaba convencido de que él podría “reconstruir” a Ana, devolverle la infancia perdida, la adolescencia robada, la juventud quemada, el amor truncado... pero Ana no se dejó. Porque Marcos quería salvarla, pero Ana no veía en Marcos a ningún salvador. Porque Marcos amaba en exceso, la amaba en exceso, y Ana no amaba, porque no sabía amarse...

Puede que fuera por su aparente plenitud por la cual él se sentía libre y sin embargo ella era un ser enjaulado, agobiada por su existencia, ahora también agobiada por un embarazo no deseado. La infelicidad de Ana era un misterio para ella misma, mas no para Marcos. Porque lo que ella desconocía es que nunca alcanzaría la –plena- libertad ya que estaba atrapada en sí misma, encarcelada en su propio yo. Esta aterradora verdad había permanecido oculta para todos, menos para Marcos. Pese a esta terrible revelación, cuando estaba junto a ella, la miraba a los ojos, a sus pequeños ojos azules, y lo veía todo. Ella asentía, lo escuchaba embelesada, pero lo miraba y no veía nada. Porque él lo tenía todo menos a ella. Y sin embargo ella, tan solo lo tenía a él.

Marcos siempre había buscado algunos momentos para permanecer en su soledad. Pero desde que la conoció, sólo deseaba “pensarla”, “recrearla”, “vivirla”... Ana “pasaba” junto a él todas las noches, por eso el joven estuvo durante los “malditos diez meses” sin pegar ojo, porque estaba junto a ella y esto era lo único que podía curar su alma hendida. Durante todas esas largas madrugadas, Marcos vivió con pasión el cuerpo de ella: su espalda, sus manos, sus pechos. Soñaba con descansar sobre los pechos de Ana. Y Ana no soñaba con nada, porque estaba seca.
A pesar de ese anhelo constante en el que estuvo sumido, Marcos era feliz. A pesar de que ningún anhelo fue vivido por Ana, ella no lo fue nunca. Porque él estaba enamorado del mundo y ella no supo vivirlo con apasionamiento.
Al final, tras aquellos meses soñando con lo que nunca sería, cada uno siguió su camino. La calma volvió al espíritu de Marcos. No sucedió tal circunstancia en el caso de Ana; ya cada uno había marcado en vida sus irremediables destinos.

Otro segundo relato

Un nacimiento, un divorcio y un misterio resuelto
Por Fel

Podría empezar diciendo que esta historia fue relatada por primera vez hace trescientos años, con multitud de detalles que jamás conoceremos. Los hombres y mujeres que entonces la vivieron y para quienes fue un asunto de vida o muerte, hace mucho que han muerto. Los lugares en los que discurrieron sus protagonistas ahora yacen cubiertos de polvo y olvido; la ciudad donde tuvo lugar se ha ido desvaneciendo hasta dejar de existir.
Pero empezar así sería mentir. Esta historia sucedió hace poco en una ciudad cualquiera. El suceso no tuvo trascendencia alguna, más allá del entorno de los implicados. Los protagonistas son gente ordinaria, con defectos y miserias, con problemas e ilusiones; seres humanos que nunca han salido en la prensa rosa ni pertenecen a ningún cuento de hadas. Si no mencionamos sus verdaderos nombres no es por ocultar su identidad, sino porque su vida no le importa a nadie.
Marta trabajaba como limpiadora en una empresa y Manuel era representante de una editorial. Llevaban mucho tiempo queriendo tener hijos y se afligían por su suerte. Manuel era hijo único y en caso de no tener descendencia, su apellido se perdería para siempre. Él tenía 51 años y Marta 42. Al caer el día, ambos lamentaban una y otra vez que su mayor deseo no se hacía realidad. Una noche, después de cenar, Marta salió de casa y le dijo a su marido que iba a pedir prestado un poco de arroz a una amiga. En realidad, fue a visitar a un vidente africano que le dio un remedio secreto para concebir un hijo.
Fue, por tanto, un gozo enorme y un alivio inmenso para la familia cuando, tras una espera de catorce años, nació un niño. Decidieron llamarle Miguel, que significa amigo de Dios.
Cuando Miguelito vino al mundo, todos, excepto el recién nacido, rebosaban de alegría. Sus padres contemplaban al bebé arrugado, rojo como una granada, que inspiraba un sentimiento de piedad, ya que al entrar en la vida había entrado en la muerte. Inmortal todavía nueve meses atrás, como una idea eterna, estaba ya a merced de la guadaña. Cuando un recién nacido abre los ojos por primera vez, el universo vuelve a nacer a través de él. Le abre al mundo puertas para entrar y así existir.
Había en aquella belleza serena del niño una luz radiante que le singularizaba entre su generación. Conforme iba creciendo, se entregó a las artes, al dibujo y la pintura. El mundo que le rodeaba parecía incapaz de retenerlo y cautivarlo. Manuel y Marta sabían que Miguel jamás había tocado a ningún ser humano por propia iniciativa. Ni siquiera se enternecía ante las caricias de su madre. Miguel creció con un temperamento sensible, pero en su corazón anidaba una frialdad inescrutable que nadie lograba comprender.
El joven empezó a ganarse la vida como pintor, y pronto cosechó una amplia clientela en toda ciudad. Llegó el momento en que Marta empezó a hacer planes para su casamiento y descubrió que para este joven, al que cualquier mujer podría sentirse feliz de llamar marido, la idea del matrimonio le resultaba tan remota como la de la muerte. Miraba el rostro de su hijo mientras dibujaba en su estudio y le embargaba una cruel aprensión: ¿Habían servido para algo sus sacrificios y su dolor? Miguel admiraba la belleza en las mujeres como la admiraba en las flores o en las pinturas y siempre se mostraba cortés con ellas. Ni en su rostro ni en su corazón mostraba señal alguna de amor.
Una noche, en una fiesta, Miguel conoció a una muchacha tan bella como jamás ningún artista pudo soñar jamás. Desde entonces, aquella joven, llamada Marisa, pareció sacarle de su ensimismamiento. Le intrigaba la vida intelectual de la muchacha, que se dedicaba a investigar la filosofía; le hacía preguntas sobre sus cuatro hermanos y disfrutaba con cada gesto y palabra suya. Una mañana, le pidió que posara como modelo para uno de sus lienzos. Ella, después de pensarlo, aceptó. Cuando terminó el cuadro, Marisa enmudeció al verse reflejada en aquella tela. Miguel la besó y le propuso matrimonio. La boda se celebró a los tres meses, y fue la ceremonia más vistosa y alegre que nunca recordaban los mayores del lugar.
De ninguna otra manera podía Miguel hacer más fielmente suya a Marisa sino capturando en el lienzo cada matiz de su cuerpo, su belleza entera, retocándola y adobando con su pincel cada detalle, inmortalizándola de manera que nadie pudiera nunca separarles. Llegó a realizar más de cien cuadros con ella como modelo.
Pasaron dos años, y un día Miguel invitó a otra joven a posar desnuda para él. Desde ese día, el artista siguió retratando a cuantas mujeres despertaban su curiosidad. En su estudio guardaba celosamente la colección de retratos de todas aquellas que había conocido y a las que había capturado con su paleta.
Una noche de agosto en la que no podía dormir, Marisa entró en el estudio y descubrió aquella galería secreta de mujeres que su marido había inmortalizado con pasión.
A la mañana siguiente, se lo echó en cara:
-Nunca me habías dicho que tantas mujeres seguían posando para ti.
-No pude dejar de hacerlo. Es superior a mis fuerzas. Cualquier belleza que contemplo, he de plasmarla en mi lienzo.
-Me prometiste que no habría nadie más.
-Lo sé, pero realmente no siento más por ti que por ninguna otra.
Aquellas palabras golpearon el corazón de Marisa.
- Entonces habremos de separarnos. No deberás hablar nunca de mí. No deberás pensar nunca en mí. Y destruirás todos los cuadros que hayas hecho de mí.
Apretó los labios, hizo la maleta y al poco tiempo abandonó aquella casa para siempre.
Marta contempló la escena en silencio. Entonces recordó la maldición que aquel vidente africano le lanzó al terminar su consulta muchos años atrás: tendrás un hijo espléndido y dulce, como me pides, pero con un corazón de hielo, incapaz de amar. Y lloró amargamente.