domingo, 23 de marzo de 2008
Memorias de un cadáver (I parte)
Finalmente, consiguió superar una enfermedad que la tuvo fuera de juego durante algo más de 10 meses. La enfermedad era mortal, pero en aquella ocasión no había podido con ella. Ese estar al límite del abismo transformó su vida: decidió vivirla con la libertad de quien tiene presente el peligro de la mortalidad, con la sonrisa siempre a flor de piel, sin dar cuentas en vida, porque ésta se le escapaba a cada suspiro. Recordando esta historia me embriaga la tristeza, yo, muerto que nada siento. NO derramé una lágrima entonces, tampoco ahora... Cadáver paralizado, enajenado, acongojado frente al sufrimiento ajeno. Acaso su oculto y profundo dolor me caló entonces y no he conseguido sacudirme la pena ni tan siquiera ahora, ahora que yazco.
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