viernes, 18 de abril de 2008

Primer relato del concurso... Alguien tenía que empezar, ¿no?

Bueno, mis queridos todos, aquí va la primera parte de mi primer relato. Sé que es estupendo y maravilloso pero, por favor, no os desaniméis, vosotros también podéis hacerlo, jeje (espero que se haya notado el tono de ironía).

UNA MUERTE, UN MISTERIO Y UN MATRIMONIO

por Leo

México DF. 3 de la mañana. Las calles estaban semivacías. No hacía frío, pero a pesar de ello sentía como casi todos sus miembros estaban congelados. Iba muy abrigado: bufanda, chaqueta, jersey de cuello vuelto. Llevaba días con subidas de fiebre, con leves alucinaciones, sin comer prácticamente nada. Sólo bebía, a ratos, mezcal. Los somníferos hacían el resto. Subió por el paseo reforma, tratando de localizar la calle que le llevaría a casa, pero todas le parecían iguales. Se acercó a una pareja para preguntar por la ubicación de su casa, pero los dos tortolitos, asustados, le empujaron y salieron corriendo. 4 de la mañana. Pensó en dormir ahí tirado, en medio de la nada, pues la desesperación estaba a punto de superarle. Al fin dio con la miserable calle. Apenas sin luz, olía a putrefacción; la mezcla de basura y orines hacían el ambiente insufrible. Junto al casco histórico, el barrio de Tepito era el sitio en el que había terminado pernoctando y mal viviendo. Hacía mucho tiempo que llegó a aquella ciudad y todavía se sentía como un auténtico extraño. No conseguía reconstruir un relato coherente, sólo recordaba a ratos fragmentos, flashes de escenas que vivió, retazos sin ningún sentido. Ahora dudaba de su estado mental; acaso en ningún momento había estado del todo consciente... Se tiró encima de una montaña de mantas, sábanas, ropa y algún resto de comida… No recordaba ni tan siquiera si había cerrado la puerta. 5.30. Despertó de la duermevela súbitamente. Aporreaban la puerta, como un estruendo. Casi no le dio tiempo a reaccionar. “¡Abra la puerta, abra la puerta!”. Creyó que era una broma de mal gusto, algún borracho que buscaba una cama en la que yacer. “¡Abra la puerta, abra la puerta o la tiramos abajo!” El susto le oprimía el pecho, las palpitaciones se le habían disparado. Abrió la puerta. Frente a él, nueve hombres y una mujer que se identificaron como policías. “¿Vive aquí Urbano Pérez?”, “Sí soy yo”, “Traemos una orden de registro”. Estaba realmente nervioso. Su pensamiento ahora se tornaba más confuso que nunca. “Traemos orden de utilizar la fuerza en caso de obstaculización a la justicia”. Urbano no opuso resistencia. Firmó la orden de registro. Balbuceó algunas palabras, algunas frases confusas y sin sentido. Le entraron unas terribles ganas de llorar, mientras algunos vecinos se asomaban a la puerta para ver qué es lo que había hecho el “gringo”. Recordó su infancia en España, al sur del país, en las cálidas playas del mediterráneo. Fue el único pensamiento nítido que tuvo durante meses. Largos meses. Demasiados meses. Catorce interminables meses.

No hay comentarios: